Descubriendo el Cementerio del Père-Lachaise
Hoy es el día para el recuerdo de las personas que ya no están a nuestro lado, y si eres seguidor o seguidora de Nieves Concostrina y de su programa radiofónico “Polvo Eres”, seguro que habrás oído hablar del Cementerio del Père-Lachaise.
Porque más allá de la fama que tiene por acoger a muchos personajes célebres como Honoré de Balzac, Pierre Bourdieu, Jim Morrison o Édith Piaf, este cementerio tiene una importante herencia arquitectónica.
A principios del siglo XIX se construyeron varios cementerios con el fin de reemplazar los antiguos camposantos de París. En las afueras de la capital se situaron: al norte, el cementerio de Montmartre; al este, el cementerio del Père Lachaise; al sur, el cementerio de Montparnasse y, al oeste, el cementerio de Passy.
El diseño del cementerio del Père Lachaise le fue confiado al arquitecto neoclásico Alexandre Théodore Brongniart (1803), que se encargó de hacer el proyecto de los principales ejes del cementerio y monumentos funerarios —aunque algunos no se llegaron a realizar—, a excepción de la sepultura de la familia Greffuhle, que es de estilo neogótico. La capilla y la entrada principal fueron construidas por el arquitecto neoclásico Étienne-Hippolyte Godde.
Tras su apertura, el cementerio del Père Lachaise ha sido ampliado en cinco ocasiones: en 1824, 1829, 1832, 1842 y 1850. Esto le ha permitido pasar de 17 hectáreas y 58 áreas a 43 hectáreas y 93 áreas, que contienen 70.000 tumbas y 5.300 árboles. El cementerio recibe en torno a dos millones de visitas al año.
Su nombre es un homenaje a François d'Aix de La Chaise (1624-1709), conocido como el Père la Chaise, que fue confesor del rey Luis XIV y que ejerció sobre él una moderadora influencia durante la lucha contra el jansenismo.
El 21 de mayo de 1804, el cementerio se abrió oficialmente pero no fue bien aceptado por los parisinos, que no querían ser enterrados en las afueras de París. Al ser transferidos al mismo los restos de algunos personajes de gran prestigio, como Molière, La Fontaine o Abelardo y Eloísa, la élite parisina le concedió su beneplácito.