Conociendo a Fernando Higueras, el arquitecto que ideó Lanzarote

15 Jan, 2021

Fernando Higueras creció en el barrio de Prosperidad cuando aquello eran todavía los límites de Madrid. Y antes de ser arquitecto Fernando pintaba, y fue con tan solo 24 años ganó una medalla de Bellas Artes de Pintura. El ingreso en la Escuela de Arquitectura fue lento y complejo. Higueras tardó cinco años en entrar y seis más en terminar. Pero la afición a la pintura, que mantuvo mientras tanto, le proporcionó viajes y lo más importante: una profunda amistad con César Manrique.

 

Ganó el Premio Nacional de Arquitectura solo dos años después de graduarse, en 1961, por el proyecto de la Corona de espinas, o lo que es ahora la sede del Patrimonio Cultural Español Instituto y fundación de arte contemporáneo, un edificio de hormigón que hizo junto a Rafael Moneo.

Cuando trabajaba con Antonio Miró (con quien firmó todas sus obras en los 60), recibió el encargo de un estudio urbanístico en el sur de Lanzarote. Como ya era amigo de Manrique, natural de la isla, viajó con él. Por aquella época, el turismo de masas empezaba a arrasar localidades del sur de España, como Mojácar, pero Lanzarote permanecía a salvo. Antes de que sucediera, Higueras y Manrique decidieron la no intervención del paisaje para así conservarla.

Y aunque hoy Lanzarote sea una oda constante a César Manrique, muchas de las ideas de arquitectura integrada con la tierra son de Higueras. El ejemplo más claro es el de la Ciudad de las Gaviotas, una serie de viviendas que Higueras imaginó cavar en el risco de Famara y que nunca se llegaron a construir.

En su lugar hoy tenemos una de las construcciones más aclamadas de Manrique: el Mirador del Río. Aún así, muchas viviendas en Lanzarote sí se hicieron realidad, como La Marea, una casa construida para el rey Hussein de Jordania o la Casa Wutrich.

En el 75, Fernando ya llevaba doce años trabajando, tenía dinero, prestigio, se había casado con su primera mujer y juntos habían tenido cinco hijos. Así que compró una vivienda para mudarse con su familia, pero poco más tarde se separó y se fue a vivir bajo tierra a un espacio que decidió construir para él. Nueve metros de profundidad, coronados por un lucernario que da al jardín y no hay ni ruido, ni frío ni calor, porque las cuevas mantienen la temperatura constante. Lo llamó 'rascainfiernos' - justo como a las casas que había imaginado en la Ciudad de las Gaviotas que no fue.

A partir de 1980, Higueras tuvo un parón constructivo, sin apenas encargos y corrió el rumor de que había abandonado la profesión para dedicarse a la pornografía en su cueva particular. Fueron unos años de desenfreno, drogas y reuniones con amigos del arte y el cine; y después Higueras tuvo una especie de regreso creativo a partir del 95, donde proyectó unas oficinas bajo tierra en Mallorca, un "rascacielos horizontal" en Shanghai y un rascainfiernos gigante para la zona cero de Nueva York. Pero como este último, muchos de los proyectos de su última etapa y del resto de su carrera se quedaron sin construir, aunque hoy se sigan estudiando.